Sin duda una de las pérdidas más grandes y difíciles de superar y asimilar en la vida es la muerte de un hijo, tan es así que no existe una palabra para nombrarlo, ya que cuando mueren los padres, se da a los hijos el nombre de huérfanos, cuando la pareja muere, se le llama al que sobrevive viudo o viuda pero no existe un término para nombrar el dolor tan grande y el vacío que deja el fallecimiento de un hijo.
Cuando se vive esta experiencia tan dura en una familia, el caos se apodera de todos sus miembros, esto obedece a diferentes motivos y circunstancias, en muchos casos el bebé no llega a nacer debido a un aborto espontáneo es decir una muerte gestacional en cualquier etapa del embarazo y en otros, muere después de nacido, en sus primeros días o meses de vida.
En la mente de la mujer que vive esa situación en muchas ocasiones hay un sin fin de preguntas sin respuesta y para algunas, un sentimiento de culpa que las hace pensar que son culpables de la muerte de su hijo o hija, que probablemente no tuvo ciertos cuidados o no tuvo las suficientes precauciones, la realidad es que no es algo que dependa de las mujeres o de su pareja, simplemente son caprichos de la naturaleza humana que no podemos descifrar, por supuesto que este es uno de los duelos más complicados de llevar por lo que hay parejas que deciden después de el evento traumático no volverlo a intentar por miedo a que la historia se repita y en otro panorama están las parejas que deciden continuar la búsqueda de ser padres, tomando más medidas precautorias y en más de un caso encomendados a un poder superior, apegados a su fé y orando por el milagro de que su hijo nazca y venga sano a este mundo.
Cuando por fin se logra el feliz nacimiento de ese bebé después de un embarazo fallido, la alegría es inmensa y metafóricamente pareciera que ha salido el sol después de la tormenta y justo cuando esto sucede da paso a un fenómeno físico pues aparece en el cielo un arcoíris que lo ilumina, es justo por ese motivo que a ese niño o niña que nace después de la desesperanza se le llama Bebé Arcoíris por que llega a colorear de nuevo la vida de sus padres.
Probablemente muchos de los lectores de esta columna son sin saberlo un bebé de este tipo pues su llegada a la vida se dió en esas circunstancias.
Creo pertinente poner sobre la mesa que las mujeres que pasan por este duro camino, no nada más se enfrentan a un daño emocional severo que deben atender para recuperarse paso a paso, también las que trabajan y gozan de seguridad social se enfrentan a una ley que desgraciadamente actúa con indolencia, pues no contempla que esto suceda y al no haber un bebé al que cuidar y del cual hacerse cargo ellas deben reintegrarse de inmediato a su trabajo ya que la incapacidad por embarazo se suspende y se ven obligadas a reincorporarse a una vida laboral en una situación muy adversa, física pero sobre todo emocional ya que lo contemplado era regresar a casa con su bebe en manos y dedicarse a cuidarse y cuidarlo durante los 84 días que dura la incapacidad por maternidad estipula en la ley federal del trabajo y la ley general del IMSS, así también se cancelan para el padre los 5 días por paternidad estipulados y esto complica todavía más la situación en cuanto una recuperación integral con ayuda de especialistas y terapeutas y por ende es más difícil asimilar lo sucedido.
Algunas de las mujeres que ya han pasado por esa situación se quejan también de la indolencia de los médicos para dar la noticia y del poco calor humano que reciben tanto en el ámbito público como en el privado. Por lo que es importante voltear a ver desde las instancias de gobierno así como de las autoridades en el ámbito de la salud, ese tema con toda la seriedad que requiere y desde una mirada empática para lograr que sea mucho más llevadera esa transición de esperar y prepararse para un nacimiento, a enfrentarse a la imagen cruel de una cuna vacía.
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