El cine tiene el poder de transformar historias en ventanas que nos permiten mirar realidades ajenas y, a la vez, confrontar nuestras propias experiencias. En México, esa capacidad se magnifica cuando cineastas como Fernanda Valadez y Astrid Rondero capturan en la pantalla la complejidad de nuestro entorno social. Su película Sujo no solo narra una historia profundamente humana, sino que refleja el talento y la creatividad que convierten al cine mexicano en un potente vehículo cultural. En un país tan diverso como complejo, las historias que llegan a la pantalla grande son reflejo de una sociedad que lucha por entenderse a sí misma.
Sujo cuenta la vida de un niño marcado por la muerte de su padre, un sicario, y el peso de crecer en un entorno dominado por el crimen organizado. Sin embargo, esta no es solo una historia sobre violencia, sino sobre resiliencia y la búsqueda de identidad en un contexto adverso. A través de capítulos que reflejan las etapas de la vida del protagonista, la película construye un relato íntimo, matizado por la influencia de los vínculos familiares y las decisiones personales.
La riqueza de esta narrativa radica en su capacidad para trascender el morbo y los estereotipos. Valadez y Rondero, con una dirección impecable, nos muestran un México que duele pero también resiste, un México que no se define únicamente por su violencia, sino por las historias humanas que emergen en medio del caos. La fotografía y la sensibilidad con la que se abordan los matices emocionales de los personajes dotan a Sujo de una autenticidad que trasciende fronteras.
En un panorama donde el cine mexicano a menudo se ve reducido a clichés, Sujo rompe esos esquemas. Nos habla de temas universales como el legado familiar, la resiliencia, la lucha contra ciclos de dolor y el anhelo de un futuro diferente. Este enfoque no solo enriquece nuestra perspectiva como espectadores, sino que también sitúa al cine nacional en un lugar dentro de las discusiones culturales contemporáneas.
El impacto de Sujo no se limita a la pantalla. Como representante de México en los próximos Oscar y Goya, esta película tiene la oportunidad de mostrarle al mundo una versión más compleja y honesta de nuestra realidad. Es un recordatorio de que el cine no solo entretiene, sino que tiene el poder de transformar la forma en que nos vemos y cómo nos proyectamos hacia el exterior.
Apoyar el cine mexicano es más que asistir a una función; es respaldar una industria que lucha por contar historias que importan. Sujo nos invita a reflexionar, a dialogar y a mirar de frente las sombras que a menudo preferimos ignorar. Porque en ese reflejo crudo y creativo que nos ofrece la pantalla grande, podemos encontrar no solo nuestras heridas, sino también la esperanza de sanar y construir un futuro diferente.
Que no se quede solo en los premios o en la sala de cine: hagamos del cine mexicano una herramienta para el cambio cultural que tanto necesitamos.
- @SoyMarioDuran