Fue en el año 2000 cuando la Asamblea General de la ONU aprobó la resolución para designar el 25 de noviembre (25N) de cada año como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. El origen de esta fecha emblemática se remonta a 1960, cuando bajo las órdenes de Rafael Trujillo fueron asesinadas las tres hermanas Mirabal por su activismo contra la violencia de género, en República Dominicana.
A pesar de que hay una mayor concientización social sobre el problema de la violencia de género, la ONU Mujeres señala que los feminicidios están aumentando a nivel mundial. De acuerdo con esta organización internacional, en 2023, una mujer murió asesinada cada 10 minutos a manos de su pareja o un familiar; es decir, estamos hablando de alrededor de 51 mil 100 mujeres y niñas de todo el mundo que fueron víctimas.
La condena pública es mayor pero falta un largo camino que recorrer. Solo dos de cada tres países han prohibido la violencia doméstica. La ONU Mujeres afirma que el feminicidio “puede desencadenarse por discriminación hacia las mujeres y las niñas, por desequilibrios en las relaciones de poder, por estereotipos en los roles de género o bien por la existencia de normas sociales perjudiciales”.
Las causas son, entre otras, patrones socioculturales que vienen desde generaciones atrás y que a pesar del gran trabajo colectivo que se ha hecho, por lo menos en los últimos 20 años, no han podido erradicarse. Desafortunadamente, ahora vemos que la tecnología y las redes sociales han facilitado que estas prácticas proliferen entre las jóvenes y niñas de hoy. Entre los distintos tipos de violencia que pueden sufrir las mujeres en todas las etapas de su vida están la física, la sexual, la psicológica y la económica. Esta sobre todo, se ejerce cuando se afecta la educación, el empleo y las oportunidades de las niñas y mujeres, que pueden ser incluso todavía más vulnerables cuando son migrantes, indígenas o tienen alguna discapacidad.
La prevención es indispensable para detener el fenómeno, atender con perspectiva de género a las mujeres que son afectadas y, sobre todo, terminar con la impunidad; que, sin duda, es uno de los factores más importantes que influyen en la reiteración y alarmante crecimiento de la violencia contra las mujeres.
Uno de los aspectos más importantes para prevenir y erradicar la violencia de género es la educación, desde el hogar, durante la primera infancia. La labor debe comenzar con las y los más pequeños, que son los más vulnerables a vivir y después a perpetuar la violencia machista y los estereotipos de género. Posteriormente, debe extenderse a las y los adolescentes a través de una educación afectiva-sexual que garantice su bienestar y su seguridad. Sin duda, también es en los espacios educativos a todos los niveles en donde se refuerzan valores y se generan cociencias. Es ahí donde juegan un papel relevante las y los docentes, accionando estrategias que permitan el desarrollo de nuevos pensamientos que privilegien la no discriminación, así como en la formación de personas que promuevan la igualdad sustantiva.
El 25N, la fecha establecida por las Naciones Unidas para conmemorar el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Niñas y las Mujeres, es una fecha para reflexionar y exigir para este 2024 que todos y todas, desde lo personal y hasta lo institucional, pasando por las autoridades y los diferentes niveles de gobierno, que se asuman los compromisos con toda responsabilidad y se tomen medidas mucho más proactivas en esta lucha. En nuestra mente debe quedar claro: todos los días son 25N.
*Con la colaboración de Lorena Alcalá