Apenas comienza el gobierno de Claudia Sheinbaum, pero los conflictos están a la orden del día, lo que suponíamos iba a ser una fácil transición se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para la nueva presidenta.
Con la reforma impulsada y aprobada por Morena en el Senado, conocida como la “supremacía constitucional”, se plantea que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) no tenga la posibilidad de revisar la Constitución ni de actuar en consecuencia -una de sus más importantes funciones- eliminando los mecanismos de impugnación y blindando así todas las decisiones de los legisladores. De esta manera el Congreso podrá hacer lo que le venga en gana y no habrá autoridad alguna que pueda impedirlo.
Con estas acciones, México se está apartando de las democracias constitucionales para convertirse en un país que se rige única y exclusivamente por las reglas de quien tiene la mayoría.
En los países con una auténtica vocación democrática, todos -sin excepción- deben estar incluidos.
Por eso vemos en otras naciones que los titulares del poder ejecutivo tienen límites muy marcados y que la ley es interpretada únicamente por el poder judicial, no por alguno de los otros dos poderes, ni mucho menos por “el pueblo” como les gusta tanto repetirlo aquí.
En el pasado reciente, las acciones de inconstitucionalidad promovidas desde la SCJN nos permitieron avanzar en el reconocimiento y la defensa de derechos como la despenalización del aborto, el matrimonio igualitario, la legalización de la mariguana, entre muchos otros.
Con esta iniciativa ya nada de eso será posible. Tendremos cada vez más gobierno y menos ciudadanía.
Estamos haciendo todo lo contrario a lo que representan las democracias; aquí no se discute, no se debate, no se consensa, solo se aplasta y se impone. Lo que siempre ha incomodado a la cuarta transformación son las acciones de inconstitucionalidad promovidas desde la corte.
Por eso es tan importante para ellos la reforma judicial, porque necesitan concentrar todo el poder posible con la menor cantidad de trabas y contrapesos.
De esta manera anteponen la política al derecho gracias a una mayoría artificialmente construida en ambas cámaras.
Si analizamos la reforma judicial nos daremos cuenta que a los jueces no los va a elegir el pueblo, los va a elegir Morena. En realidad, sí están por la labor de renovar a la clase judicial, pero no para mejorarla, sino para sustituirla con su propia gente, tal y como se hizo en Bolivia con resultados desastrosos.
Es una realidad que en México el poder judicial necesita reformarse, pero no destruirse. Hoy más que nunca la separación de poderes y el estado de derecho están en un grave peligro. Hasta donde hemos llegado para que ahora mismo la prioridad sea combatir jueces en vez de criminales. Al tiempo.
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