/ domingo 7 de julio de 2024

Aquí Querétaro | El Mesón del Prado y El Piojito

Dicen que alguna vez estuvo por ahí Pedro Vargas, el gran cantante mexicano, pero yo nunca lo vi. Era un lugar de relax, de fin de semana, de contacto con la naturaleza, y también de pícnic. Le llamaban el Mesón del Prado.

Dicen que alguna vez estuvo por ahí Venustiano Carranza, quien fuera presidente de México en tiempos convulsos, pero yo, desde luego, nunca lo vi. Era un lugar de relax, de fin de semana, de contacto con el agua, y también de diversión. Le llamaban El Piojito.

Ambos sitios cercanos a lo que entonces era una pequeña ciudad, la de Querétaro, representaban la oportunidad de distracción sana en los días de descanso, aunque no necesariamente las características de los queretanos que hasta esos lugares llegaban tenían un estatus social común.

Al Mesón del Prado, ubicado en lo que hoy es campo de golf en Juriquilla, estaba adornado con grandes ahuehuetes, que aún hoy se conservan, y plantas de diversa condición. Hasta ahí llegaban los queretanos más acomodados, y acaso también los de clase media, para disfrutar del domingo con los tradicionales sándwiches elaborados desde casa. Llegaban, claro está, en los automóviles de la época, que solían ser mucho más grandes, y más sólidos, que los actuales.

Al Piojito, ubicado en el pueblo de La Cañada, hoy cabecera municipal de El Marqués, llegaban, más bien, los integrantes de una sociedad queretana más sufrida, pero dispuesta a pasar un buen rato en la única alberca disponible a sus necesidades, sabedores de que la del Jacal, no estaba a su alcance. Llegaban en automóviles, sí, pero también en autobuses de línea, y hasta caminando los no muchos kilómetros que separaban el poblado de los populares barrios queretanos. También ahí, bajo el brazo, llegaban viandas que amainarían el hambre mientras hacían gorgoritos y se zambullían bajo el agua de manantial.

A diferencia del Mesón del Prado, que ahora sólo lo visitan los golfistas, El Piojito sigue funcionado, renovado y con dos albercas. Hasta ahí llegan aún visitantes de diversos lugares de Querétaro, algunos de las muy nuevas colonias de la zona. Para hacer uso de las instalaciones hay que pagar, hoy sí, una entrada, de entre 30 y 40 pesos, de acuerdo con la edad del usuario.

Dicen que un día apareció por el Mesón del Prado Pedro Vargas, el llamado “samurái de la canción”, para echarse un sándwich de jamón y queso con alguna de las familias connotadas de Querétaro, pero yo no lo vi.

Dicen también que, en El Piojito, antes de que fuera una alberca pública, y más bien pozas de aguas termales, Venustiano Carranza gozaba de la vida, antes de enfrentar las duras horas que representaba ser el mandamás del país, pero yo, obviamente, nunca lo vi. También dicen que, incluso, el máximo jefe constitucionalista llevaba hasta ahí a buena parte de la tropa para bañarse y despiojarse, lo que finalmente le dio nombre al lugar.

Alguna vez, por allá de principios de los sesenta del pasado siglo, estuve en el Mesón del Prado, pero no recuerdo haber comido ahí. Alguna vez, por esas mismas épocas, estuve en El Piojito y me recuerdo en el agua, acompañado de mi padre. Alguna vez.


Dicen que alguna vez estuvo por ahí Pedro Vargas, el gran cantante mexicano, pero yo nunca lo vi. Era un lugar de relax, de fin de semana, de contacto con la naturaleza, y también de pícnic. Le llamaban el Mesón del Prado.

Dicen que alguna vez estuvo por ahí Venustiano Carranza, quien fuera presidente de México en tiempos convulsos, pero yo, desde luego, nunca lo vi. Era un lugar de relax, de fin de semana, de contacto con el agua, y también de diversión. Le llamaban El Piojito.

Ambos sitios cercanos a lo que entonces era una pequeña ciudad, la de Querétaro, representaban la oportunidad de distracción sana en los días de descanso, aunque no necesariamente las características de los queretanos que hasta esos lugares llegaban tenían un estatus social común.

Al Mesón del Prado, ubicado en lo que hoy es campo de golf en Juriquilla, estaba adornado con grandes ahuehuetes, que aún hoy se conservan, y plantas de diversa condición. Hasta ahí llegaban los queretanos más acomodados, y acaso también los de clase media, para disfrutar del domingo con los tradicionales sándwiches elaborados desde casa. Llegaban, claro está, en los automóviles de la época, que solían ser mucho más grandes, y más sólidos, que los actuales.

Al Piojito, ubicado en el pueblo de La Cañada, hoy cabecera municipal de El Marqués, llegaban, más bien, los integrantes de una sociedad queretana más sufrida, pero dispuesta a pasar un buen rato en la única alberca disponible a sus necesidades, sabedores de que la del Jacal, no estaba a su alcance. Llegaban en automóviles, sí, pero también en autobuses de línea, y hasta caminando los no muchos kilómetros que separaban el poblado de los populares barrios queretanos. También ahí, bajo el brazo, llegaban viandas que amainarían el hambre mientras hacían gorgoritos y se zambullían bajo el agua de manantial.

A diferencia del Mesón del Prado, que ahora sólo lo visitan los golfistas, El Piojito sigue funcionado, renovado y con dos albercas. Hasta ahí llegan aún visitantes de diversos lugares de Querétaro, algunos de las muy nuevas colonias de la zona. Para hacer uso de las instalaciones hay que pagar, hoy sí, una entrada, de entre 30 y 40 pesos, de acuerdo con la edad del usuario.

Dicen que un día apareció por el Mesón del Prado Pedro Vargas, el llamado “samurái de la canción”, para echarse un sándwich de jamón y queso con alguna de las familias connotadas de Querétaro, pero yo no lo vi.

Dicen también que, en El Piojito, antes de que fuera una alberca pública, y más bien pozas de aguas termales, Venustiano Carranza gozaba de la vida, antes de enfrentar las duras horas que representaba ser el mandamás del país, pero yo, obviamente, nunca lo vi. También dicen que, incluso, el máximo jefe constitucionalista llevaba hasta ahí a buena parte de la tropa para bañarse y despiojarse, lo que finalmente le dio nombre al lugar.

Alguna vez, por allá de principios de los sesenta del pasado siglo, estuve en el Mesón del Prado, pero no recuerdo haber comido ahí. Alguna vez, por esas mismas épocas, estuve en El Piojito y me recuerdo en el agua, acompañado de mi padre. Alguna vez.